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28 Abril 2020

"Me volvieron las ganas de ir al Club"

El pequeño poblado tucumano de Taco Ralo, distante unos 1100 kilómetros de Olavarría y Luna, vio nacer a una de las glorias barraqueñas. Aquellos jugadores que dejaron su huella y escribieron las páginas doradas de Central.

 

Pasado glorioso en el Club, presente con altibajos producto de "un accidente bastante importante que sufrí hace nueve años, pero por suerte lo puedo contar".

"De Barracas siempre tengo muchos y buenos recuerdos. Fue mucho tiempo en el Club. A pesar de haber sufrido la desgracia de irnos al descenso, todo lo demás fue bueno para mí. Notaba que la gente me quería mucho, tal es así que viví en la sede del Club -Vélez Sársfield 67- unos cuentos años y ahí nació mi primer hijo. Guardo conmigo una foto que saqué desde la terraza de la sede", destaca Tito.

La hermosa sede que narra el protagonista fue testigo de la cotidianidad y el crecimiento personal y grupal de ese Barracas 1981: "Es el mejor año de mi carrera, salimos campeones y fui el goleador. Estaba con la tristeza del descenso, ver toda la gente que nos fue a alentar ese día fue maravilloso. Valió la pena quedarse, a pesar de que teníamos los ánimos por el piso. Veía mucho la tristeza en la gente con el descenso porque, al vivir en la sede, tenía contacto con el hincha. Se armó un gran equipo, comandado por Moreno, se trabajó en serio para volver rápido porque la D es complicada si te quedás tres o cuatro temporadas".

El 5 de diciembre quedó inmortalizado en la retina de José, que así lo recuerda: "Pudimos ganarle a Defensa y Justicia, que siempre era un rival bravo para nosotros, y ascender. Había dos lugares que usábamos para concentrar: el Palace Hotel, de Constitución, o la concentración de Huracán, en el Ducó. Recuerdo que la cancha estaba llena, fue un partido difícil, con llegadas de los dos equipos. Fue un encuentro parejo, donde tuvimos la suerte de que López metió ese gol olímpico en el arco que da a Luna. La alegría de la gente era inmensa, les devolvimos algo que habíamos perdido el año anterior".

Su debut se produjo en 1975, en el estadio de Argentino de Rosario. A la vera del Paraná, el tucumano comenzó a mostrar sus cualidades marcando un gol, tras ingresar desde el banco de suplentes. El empate final marcó su doble debut: en primera y en la red.

"Barracas venía de ascender de la D; yo llego con 18 años por intermedio de Fuentes, un número 5 que me conocía del barrio. Me convenció porque entrenábamos poco y jugábamos los sábados", recordó el goleador.

El hombre siempre imaginó con triunfar, con llegar a Primera. Así fue como probó suerte en las divisiones inferiores de San Lorenzo e Independiente, donde convirtió cada vez que jugó por primera vez. En el Ciclón, en las infantiles, rememoró una anécdota bastante curiosa, casi marcada por el destino: "Cuando estaba en San Lorenzo tuve la suerte de jugar en el intervalo del recordado 4-0 a Boca, con los goles del Bambino Veira, en el Viejo Gasómetro. Había días que entrenábamos en la cancha de Barracas, mirá vos cómo se dan las cosas que después jugué en el Guapo. Después dejé porque falleció mi papá, fui a vivir con una de mis hermanas y empecé a trabajar. Ya había perdido a mi mamá de chico". Los tiempos eran otros y José lo sabe. El fútbol era otro, mucho cambió. La pelota como ocupación de tiempo completo era una utopía en la cabeza de él, motivo por el cual tomaba sus decisiones.

"Llegué muy joven a Barracas, pero tenía fe de convertirme en goleador. Mi sueño siempre fue jugar en la Primera de San Lorenzo por mis orígenes y porque me gustaba como jugaba. El fútbol de hoy no me apasiona, en esa época todos los equipos jugaban bien", reafirmó el nacido en 1955.

La vida, el Gallego Fuentes o el mismísimo Gordo Moreno lo metieron en ruedo nuevamente. Pero así como tocó el cielo con las manos en 1981, recuerda que un año antes sufrió. Y lloró... "El partido con Flandria, el desempate del descenso de 1980, es el partido más doloroso de mi carrera. Estaba seguro que íbamos a ganar. Desde el viernes al mediodía concentramos, pero uno, al revés de ahora, estaba acostumbrado a dormir en la casa".

La carrera de Tito, repleta de vaivenes lógicos de cada jugador de este deporte, vio su fin en 1983. La vida pasaba por otro lado: "Mi último partido fue en 1983 contra San Miguel en la cancha de ellos, perdimos 5-4. Después dejé el fútbol porque trabajaba de noche y vivía en Florencio Varela. Pensé en parar un año pero me lesioné la rodilla jugando campeonatos amistosos de trabajo. En ese tiempo por el trabajo se complicaba dedicarse al fútbol. Se me complicaba ir a entrenar mañana y tarde".

Ídolo de muchos, goleador como pocos, Correa supo hacerse un hueco en las páginas del libro que todos quieren estar. Y obviamente, nada hubiese sido igual sin la ayuda de sus compañeros, a los que recuerda gratamente: "El primero que me llamó desde que estoy en cuarentena fue Walter Battista, después hablé con el Mono Lemos. Dos grandes personas y jugadores. Nunca más había tenido contacto con mis ex compañeros, estaba alejado de todo. El Flaco Pintos era un jugadorazo también. En el equipo que ascendió, yo ya sabía que los wines iban a desbordar y me iban a llenar de centros. Mis socios ideales en Central fueron Lemos y D’Alessandre, que hizo muchos goles. Teníamos un gran plantel. No es fácil ascender, aunque vengas de una categoría mayor. Se hicieron las cosas en serio, se entrenaba muy bien. Me volvieron las ganas de ir al Club, me motivaron las llamadas de mis ex compañeros. Ellos se juntan y me invitaron, cuando termine toda esta situación voy a ir, tengo muchas ganas de juntarme con los campeones del 81".

Y, por si fuera poco, en su memoria y su corazón guarda a sus formadores y dirigentes, a quienes le dieron la oportunidad de marcar tantos goles y le brindaron tanta confianza: "Todos los técnicos me dejaron una enseñanza. Tuve a Calabrese, a Moreno, a Benítez, que era muy motivador. Traboulsi siempre se portó de maravilla conmigo y con mis hijos. Al presidente siempre lo acompañaban Sábato, Giussani, Bonazzi".

"Esperá. ¿Y cuándo conocí a Alberto J. Armando? Te lo cuento... Una vez, estando en el club Franja de Oro -localizado en Pompeya- me crucé con una persona que me propuso ir a jugar a Boca. Obviamente acepté por el desafío y porque soy hincha. Me citaron en la Ciudad Deportiva, en la Costanera Sur. El señor atendía el kiosko del lugar, pero cuando fui no estaba. Pensé que me habían hecho el verso. Pero no. Al otro día volví a ir, me presentó a Alberto J. Armando, presidente del Xeneize. Yo tenía 13 años, no lo podía creer. Me dio una tarjeta para ir a entrenar a La Candela, me probaron, pero no se podía fichar porque ya había pasado el tiempo. No volví a ir, me costaba llegar desde Lanús hasta ahí y no tenía los recursos", se lamentó José, de una infancia difícil ya que a los dos años su familia tuvo que abandonar la oriunda Tucumán para llegar a la gran ciudad, en búsqueda de ofertas laborales para el padre.

Simple, sencillo. Como era dentro del área, como vive la vida hoy. Él es José Humberto Correa, "Tito" para los barraqueños.